Dua Tueste

Tueste y barra 🍒

Durante años, el café fue apenas una bebida más en la rutina del mundo. Pero en algún rincón del tiempo, en una calle no tan ruidosa de la ciudad, surgió un lugar donde el café empezó a recordar quién era. Donde la gente comenzó a (re)conocerse en su taza.

En el aire de Dua hay una pausa que no viene del silencio, sino del respeto. Los hombres de este lugar son custodios de un legado que sienten que no les pertenece. Y por eso lo honran.

Nada aquí busca protagonismo. Ni el tostador que gira como un molino del tiempo, ni el cuenco donde el café se asienta como un poema. Todo está ahí como si siempre hubiera estado. Como si cada aroma y cada sorbo fueran apenas la continuación de una historia escrita mucho antes, allá en la finca, cuando alguien plantó un cafeto y lo regó como si fuera su propia sangre.

Ellos mismos lo dicen: su único deber es no estropear lo que otros hicieron con tanto esmero. No cambiar el sabor, sino acompañarlo en su viaje. Protegerlo del descuido. Perfilarlo con la delicadeza de quien afina un violín sin reclamar la autoría de la sinfonía.

Ojalá el destino les cruce un Caramel Dua. Y si tienen la fortuna de probar uno de sus microlotes de especialidad, entenderán por qué en ciertas tazas cabe un paisaje entero. Hay cafés que saben a bosque después de la lluvia. Otros, a fuego lento, a madera dulce, a memorias del campo.