Cardo Café

🌿 Donde lo que florece, resiste.

Hay plantas que florecen para agradar. El cardo florece para resistir. Espinoso, terco, endémico. Nace donde parece que ya no queda nada: en los márgenes, en la tierra dura, entre ruinas o bajo el sol más implacable. Y sin embargo, ahí está. Firme. Hermoso. Vivo.

En Cardo, esa planta da nombre a algo más que una barra de café: es una declaración. Aquí lo frágil se honra, lo espinoso se comprende, y lo sencillo se sirve con una dignidad que emociona. Café y plantas conviven como dos formas de cuidado. Como si en cada taza se rindiera tributo a lo que crece lento, pero crece.

La Romería, bebida de casa, es la metáfora perfecta. Jarabe de romero hecho ahí mismo, con paciencia de alquimista y fe de boticario. Luego leche, luego espresso. Hierba, dulzor y nervio. Como si el campo se inclinara sobre la ciudad para susurrarle un secreto: todo lo que resiste, florece.

Raíces que trepan por las paredes, hojas que se asoman por las esquinas, brotes que parecen escuchar. Y en medio, el café: servido sin aspavientos, como si cada bebida supiera que nació para acompañar, no para distraer.

En Cardo, uno va a recordar. A sentarse entre espinas suaves y memorias que todavía huelen a tierra. Porque aquí todo parece decirte —con café en mano— que no hace falta florecer bonito si se florece fuerte.