Café Carmín

Entre plantas, un café con alma 🪴

Hay lugares que te invitan a pasar, y otros que te hacen quedarte. Café Carmín parece haber estado aquí desde siempre, como si la calma hubiera echado raíces.

Desde la entrada, todo se acomoda. La luz entra suave, las plantas cuelgan y crecen como si también tomaran café. Los sillones abrazan. Las mesitas —con rueditas— se mueven contigo, como si supieran que a veces necesitas cambiar de perspectiva. Carmín es el tipo de lugar donde puedes trabajar por horas, escribir sin prisa, leer sin distracciones o simplemente dejar que el tiempo te respire.

Muchos dicen que entrar a Carmín es como llegar a casa de una tía o de la abuela: huele bien, suena bien, y se siente bonito. Aquí todo tiene un ritmo propio, tranquilo. Cada rincón fue pensado con la ternura de quien prepara un lugar para alguien querido. Un espacio que te dice: yo te escucharé con todo el silencio del planeta.

De lo que hay que probar: el flat white con un toque de cacao que reconforta como un abrazo, o un orange tonic que despierta sin empujar. Si el hambre aparece, una mini pizza te devuelve al centro. Y cuando el día pide una pausa más suave, el cheesecake o el pastel de zanahoria reconfortan, sin hacer ruido.

Café Carmín no se apura, acompaña. Carmín no te obliga a detenerte, pero sí te hace querer arraigarte. Y cuando te vas, una parte de ti se queda en pausa, como si el mundo allá afuera pudiera esperar un poco más.

En Café Carmín, puedes utilizar tu Cafaith Pass para disfrutar de una bebida a base de agua durante tu primera visita y de una bebida a base de leche en tu segunda visita.